En Paseo Marítimo, 21, en Puerto de Mazarrón, con mucho trabajo e ilusión, donde se vendían los helados que se elaboraban en la trastienda del mismo local con todo el cariño y mimo de un proyecto nuevo.
Se abre la 2ª heladería en la Urbanización Bahía en puerto de Mazarrón junto a las playas de Bahía chica y Bahía Grande.
Abrimos la 3º heladería en Mazarrón, en la calle La vía, arteria principal del pueblo rodeada de las tiendas más importantes de zona.
Se introducen una gama de copas nuevas como son Venecian Brownie o Chocochip, con gran aceptación.
Se introducen una línea de helados de yogur llamada Yogurino, puediéndose combinar con diferentes toppings como frutas, chocolates o gominolas.
Creamos una sección de helados adaptados a intolerantes a la lactosa, los frutos secos, el gluten,… así como veganos.
Se abre la 4ª heladería y al mismo tiempo la 1º fuera del municipio de Mazarrón, en Isla Plana, Cartagena, en el paseo Marítimo, en un emplazamiento idílico junto a la ermita.
Nuestra empresa fue galardonada con “El Sol de la Región de Murcia”, una recompensa por la alta calidad de nuestros helados, además del cuidado servicio que ofrecemos a nuestros clientes.
El equipo consigue la titulación de Expertos en la elaboración de helados artesanal por la UA.
Se abre nuestra última heladería, hasta la fecha, en la zona más popular de la Bahía de Mazarrón, en Bolnuevo, junto a las Erosiones más conocidas de la Región de Murcia; Las Gredas.
La verdad, fueron de los años más felices, aunque trabajáramos mucho. Hice muy buenas amistades que aún conservo. Lo mejor del día era al terminar, que nos juntábamos para cenar y tomar unas cervezas, y si podíamos, salir de fiesta aunque estuviéramos cansados. En fin, me lo pasé genial en esos años. Leo.
Verano tras verano las risas, las complicidades y el alma de equipo, hicieron que el trabajo fuese un pasatiempo divertido. Ahora, volver “a la venecia” es como volver a casa. Gracias.
Fue aquella tarde de verano del año 1987, allá por finales de Junio, cuando bajábamos dirección al Puerto de Mazarrón para empezar una nueva etapa de mi vida; siempre recordaré aquel momento porque me enfrentaba a algo desconocido, trabajar en una Heladería junto a mis tíos que se embarcaron en aquella aventura. Recuerdo cuando llegué aquella tarde de domingo que me dijo mi tío Andrés: Juanjico cógete esa bandeja y retira vasos de las mesas llenas y mi primera intervención fue desastrosa, se me cayeron todos los vasos de la bandeja al suelo, ¡menudo comienzo tuve!
Aquella tarde fue caótica para mí, pero poco a poco y con el paso de los años, descubrí que aquello que empezó como un trabajo de verano me ayudó a descubrir el valor de las cosas, a valorarlas, aprendí, como decía mi padre, una nueva asignatura de la vida: EL ESFUERZO Y EL TRABAJO que cuestan las cosas. Después de todos estos años siempre recuerdo esos veranos como algo que me marcó en una etapa de mi vida.
Fueron muchos mis compañeros/as a lo largo de mis diez veranos o temporadas en la Heladería, siempre con las bromas, ratos de dificultades, de cansancio, de complicidad, pero sobretodo y lo más importante que los recuerdo con mucho cariño. Desde aquí quiero hacer mención a una persona con la que tuve el placer de compartir aquellos momentos de mi vida, mi amigo y compañero SITO, gran persona, siempre estuvo ahí con su sonrisa y sus chascarrillos que nos alegraban esas tardes y noches largas y a veces duras, porque el cansancio nos superaba.
Gracias también a cada uno de mis compañeros/as en las diferentes campañas o temporadas, por lo que aprendí de ellos/as y me aportaron, nombrarlos sería una tarea difícil y no me gustaría dejarme a ninguno, gracias a todos/as los clientes que conocí y con los que pude hacer amistad y compartir algunos ratos y momentos, sobre todo, gracias a mi padre porque en su momento no entendí el por qué tenía que trabajar tan pronto cuando mis amigos descansaban en el verano y ahora me alegro de ese sacrificio y de lo que conseguí. Y por último y lo más importante, GRACIAS a mis tíos, ANDRÉS y MARI CARMEN, que para mí lo fueron todo, en mi etapa de adolescente pude aprender de ellos y a lo largo de los años mi cariño siempre ha estado presente; nunca olvidaré lo que me aportaron y enseñaron porque me ha servido para mi vida y para mi trabajo. Gracias a mi tío Andrés por sus enfados y sus enseñanzas, que me prepararon para una vida en la que es muy importante el trato con las personas y el saber estar, que siempre me lo transmitió como si de un hijo se tratara.
MIL GRACIAS. UN ABRAZO, OS QUIERO.
Un verano trabajando en el Helado no se olvida. Tres, ya te marcan para siempre. Y más de la mano de la familia Sánchez Martínez.
En estos años no solo han creado una escuela de competentes trabajadores, hombres y mujeres aptos para cualquier desafío laboral en sus vidas. También nos han instruído para dar siempre lo mejor de nosotros mismos. El universo del helado es complejo, no siempre fácil, prima la rapidez y el contacto con las personas, pero a la vez es apasionante, porque al contrario que el resto de la hostelería, el helado gusta a todo el mundo. El helado hace feliz a la gente.
Tardes, noches, siempre con un tremendo calor, pero que se pasaban bien gracias al gran equipo que formábamos, y del que me siento particularmente orgulloso. Carmen nos trataba como a sus “pitufos” y Andrés, como si se tratara de un padre. Personas extremadamente trabajadoras, nobles y con un enorme sentido de la responsabilidad que han sabido legar a sus hijos.
“Somos damas y caballeros, sirviendo a damas y caballeros” rezaba el papelito pegado a la ventana. Creo que no lo olvidamos.